30 de octubre de 2008

Transición

Acción y efecto de pasar de un modo de ser o estar a otro distinto.

25 de octubre de 2008

Al borde de una taza de té

Al borde de mi taza de té me abordan innumerables pensamientos.
Abundan los recurrentes de color turbio. Los que se aferran a la garganta y se obstinan en ahogar la voz. Acompañantes indeseados.
Los aparto de mi mente con la misma mano que retiro el mechón de pelo que se desliza caprichoso sobre mis ojos.
Así doy paso a los que se presentan como ideas brillantes y felices. Los que liberan manos y corazón. Las buenas compañías.
Por favor, otra taza de té.

18 de octubre de 2008

Guggenheim

Esta magnífica pintura de Holbein ha conseguido paralizarme en la sala de un museo.
Hipnotizada por su belleza, por su absoluta delicadeza, me perdí entre pliegues y encajes, me arrastró el estampado espléndido de las telas, me deslumbró el brillo nacarado de las perlas, la tersura de la piel de la modelo, el tocado de motivos geométricos.
Se acalló el murmullo de los otros visitantes, se borró su presencia a mi alrededor abstraída en su contemplación. Un éxtasis de emoción.

14 de octubre de 2008

Mi otra casa

Me traslado a veces a mi otra casa. Cuando me apetece un cambio de aires y echo de menos el jardín, cuando el otoño desnuda flores y arbustos y la hierba se vuelve multicolor.
Me quedo en ella, sin prisa, preparando té, mimando sus ventanas y su valla de madera, respirando profundamente la humedad de las tardes breves.
Me distraigo con el paso de las estaciones y lo variado y cíclico de las tareas en el huerto. En ella me refugio cuando me abraza la melancolía y salen de los armarios las chaquetas de lana. A ella regreso cuando quiero recuperar mi otra vida, y ella, siempre fiel, me acoge sin condiciones.

13 de octubre de 2008

Madre naturaleza


Existen infinidad de caminos salpicados de formas y colores soñados, solo es preciso andar sin prisa, en silencio y prestar atención a las señales que la naturaleza nos envía, siempre generosa, sabia, discreta, sutil, dolorosamente bella.

4 de octubre de 2008

Dedicatoria


Mi abuelo paterno era pastelero, a decir verdad, tenía una de las mejores profesiones que un nieto podría desear cuando se es niño y los dulces representan tanta felicidad desbocada.
Cuando nací mi abuelo ya había desaparecido de las vidas de las personas que tanto le necesitaban y querían. Al morir se ausentó definitivamente de su obrador y abandonó sus fórmulas y moldes.
Su retrato, tan quieto y concreto, me ayudó a conocerle parcialmente porque aquel abuelo pastelero, tan desconocido, tenía que oler necesariamente a pasteles de crema y chocolate, a merengue con nata y aquella fotografía tan solo mostraba un instante fugaz, infinitesimal de su vida. Sin sabor ni olor.
Si es cierto que nuestros antepasados pueden revelarse en alguno de nuestros gestos, gustos, manías o virtudes, entonces quiero creer que mi abuelo inspiró mis ganas irreprimibles de hacer tartas, bizcochos, magdalenas, galletas y panecillos, que despertó mi curiosidad por las recetas y los sabores, por las diferentes masas, los diversos ingredientes, su punto ideal de temperatura, las maravillas escultóricas del punto de nieve, el grado exacto de cocción.
Ese fue su regalo, su hermoso legado en esta herencia sin testamento de la genética y este breve relato el dulce recuerdo de mi abuelo.

2 de octubre de 2008

Binomio perfecto

Las nuevas agujas circulares, nuevas en todos los sentidos para mí, y la lana están por fin en casa.
La verdad es que el cartero llegó antes de lo esperado, supongo que mi canción logró el efecto llamada, y después de contemplar embelesada durante un buen rato el contenido del paquete, me detuve en admirar la combinación de colores de las agujas, su madera pulida, la perfección de sus puntas. Con la lana el tiempo se me escapó volando, sin darme cuenta, absolutamente prendada de su brillo suave y sedoso. Por algo esta mezcla de seda y lana resulta tan atractiva, tan irresistible a la admiración y el deleite de quien teje.
Ahora comienzo los preparativos para el tejido de mi primera chaqueta, casi como una ceremonia, un ritual que invita a la armonía de manos y agujas. Un binomio perfecto.