29 de marzo de 2009

Miradas

La mañana perfecta...imposible resistir la tentación de mirar

24 de marzo de 2009

El arte del té

"...Cuando deviene ritual, constituye la esencia de la aptitud para ver la grandeza de las cosas pequeñas. ¿Dónde se encuentra la belleza? ¿En las grandes cosas que, como las demás, están condenadas a morir, o bien en las pequeñas que, sin pretensiones, saben engastar en el instante una gema de infinitud?... El ritual del té, pues, tiene la extraordinaria virtud de introducir en el absurdo de nuestras vidas una brecha de armonía serena. Sí, el universo conspira a la vacuidad, las almas perdidas lloran la belleza, la insignificancia nos rodea. Entonces, tomemos una taza de té... Y, en cada sorbo, el tiempo se sublima."
Desolación de las revueltas mongoles
"La elegancia del erizo", Muriel Barbery

23 de marzo de 2009

21 de marzo de 2009

Aniversario

... "Te llevaré a la alcoba en que dormimos, detrás de la puerta abierta, y, después de que entre yo, llegará también mi esposa. Junto a la entrada de la alcoba, hay una silla, sobre la cual deja sus vestiduras, a medida que se las va quitando, una tras otra; de modo que podrás contemplarla con toda tranquilidad."...

..."Miraré a la luna, pero te vere a ti"...
La gruta de los nadadores,
"El paciente inglés" Michael Ondaatje


"...Eine Hochzeit fährt da unten
Auf dem Rhein im Sonnenscheine,
Musikanten spielen munter,
Und die schöne Braut die weinet."

"Eingeschlafen auf der Lauer. Auf einer Burg"
Joseph von Eichendorf

12 de marzo de 2009

Cuentos y calcetines

La casita de Karlotta Ingwer Loretta se encontraba en el bosque, al lado de los tres grandes robles, justo enfrente de la charca de las ranas, allí, donde en primavera crecían las caltas amarillas.
Detrás de aquel bosque se extendían los campos del campesino Brömmelkamp, y en el límite de los sembrados de coles, cebollas y patatas se levantaba la gran ciudad de color gris.
En esta ciudad vivía Robert, que trabajaba como repartidor de carbón para el comerciante Klawuttke, un tipo huraño de corazón helado.
Al atardecer, Karlotta tejía calcetines, siempre rojos, acomodada en su sillón de brujita.
A la misma hora, Robert se empeñaba en esconder sus manos teñidas de negro, aquel trabajo era el más sucio que uno pueda imaginar.
Un buen día, los encantamientos de Karlotta pusieron fin a una inmensa soledad.
Aquella mañana de sábado, el día libre del repartidor de carbón, reservaba tremendas sorpresas, guardadas en historias y cuentos encadenados, en cincuenta pares de calcetines rojos.

6 de marzo de 2009

Kokoskuchen

Capricho para disfrutar en buena compañía
que sabe
a coco y limón