tantas, que,
de la noche a la mañana,
brotan entre mi pelo diminutas florecillas blancas.
En el espejo, mi boca ya no es mía,
veo la sonrisa de
la princesa de la boca de fresa.
Mis manos huelen a humus,
a raices serpenteantes.
El aliento dulce del azahar germina en mi nariz,
me saco un pájaro de la manga del vestido,
mi vestido camaleónico,
de fresas y naranjas.