23 de septiembre de 2010

Isabella

Mi hada madrina apareció en invierno, el mismo día que el hielo cristalizó las calles y tuvimos que calentarnos las manos con tazas de té.
Se mudó desde el oeste del mundo con el equipaje preñado de suspiros, mantelitos bordados y primorosos tejidos de lana. Nos reconocimos en este punto, minúsculo, del universo, con la boca en posición de Alleluia.
En vísperas del otoño tejemos y cantamos en perfecta sincronía.
Suspira y la abrazo para que me contagie de emoción. Comemos galletas rotas bañadas en café con leche sin poner puntos ni comas entre dichas y penas. Paseamos tan panchas con deportivas en los pies, ella, una dama elegante, con su peinado blanco bien arregladito, yo tocada de estrellas por la magia de su varita, que nos ha convertido en inseparables... mi hada madrina del otro lado del mundo y mi nuevo yo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Que bonito tanto lo que tejes como las palabras de pie de foto.
Un besote, yo,yo,yo,yo

amga dijo...

llegaste a mí como un ángel custodio, pendiente de mi cuando entramos en la penumbra, viene un escalon... faltan dos... conciente de que poco veo.
Isabel