Me traslado a veces a mi otra casa. Cuando me apetece un cambio de aires y echo de menos el jardín, cuando el otoño desnuda flores y arbustos y la hierba se vuelve multicolor.
Me quedo en ella, sin prisa, preparando té, mimando sus ventanas y su valla de madera, respirando profundamente la humedad de las tardes breves.
Me distraigo con el paso de las estaciones y lo variado y cíclico de las tareas en el huerto. En ella me refugio cuando me abraza la melancolía y salen de los armarios las chaquetas de lana. A ella regreso cuando quiero recuperar mi otra vida, y ella, siempre fiel, me acoge sin condiciones.
1 comentario:
En algún lugar está esa casa, escondida para que nadie la vea, agazapada en una vuelta del camino, inmovil, esperando ser habitada por nosotros.
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