La casita de Karlotta Ingwer Loretta se encontraba en el bosque, al lado de los tres grandes robles, justo enfrente de la charca de las ranas, allí, donde en primavera crecían las caltas amarillas.
Detrás de aquel bosque se extendían los campos del campesino Brömmelkamp, y en el límite de los sembrados de coles, cebollas y patatas se levantaba la gran ciudad de color gris.
En esta ciudad vivía Robert, que trabajaba como repartidor de carbón para el comerciante Klawuttke, un tipo huraño de corazón helado.
Al atardecer, Karlotta tejía calcetines, siempre rojos, acomodada en su sillón de brujita.
A la misma hora, Robert se empeñaba en esconder sus manos teñidas de negro, aquel trabajo era el más sucio que uno pueda imaginar.
Un buen día, los encantamientos de Karlotta pusieron fin a una inmensa soledad.
Aquella mañana de sábado, el día libre del repartidor de carbón, reservaba tremendas sorpresas, guardadas en historias y cuentos encadenados, en cincuenta pares de calcetines rojos.
1 comentario:
Que buena pinta. Me gusta esta autora, en español conozco "Todo lo que deseo para ti" y es una preciosidad
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