Me resisto a devolver este libro a sus legítimos dueños. Me apena desprenderme de él.
Iris, no puedes callarte ahora, ¿me oyes?
Deseo seguir escuchando la historia, acompañarte en tus paseos, en tus idas y venidas por los tiempos verbales.
Escuchando a Mahler, emocionada, se han topado mis ojos con el punto final, con el último sonido de tu voz gastada, y entonces, asumo la tristeza, el vacío que deja tu partida.
Me voy a quedar aquí sola, en el porche, esperando a Sabrina con tu chal sobre mis hombros.
Mirando el jardín.
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